lunes, 30 de marzo de 2015

El ejército de la Segunda Guerra Púnica o ejército "polibiano" III: otros aspectos

Siguiendo con la temática del ejército romano republicano al que ya se ha hecho mención en varias ocasiones (aquí y aquí) hoy vamos a analizar otros aspectos relacionados con la forma y las características de los combates en la época, contribuyendo todos ellos a desmentir algunas ideas transmitidas por el cine y la televisión.


La duración de los combates:

La mayor parte de los autores clásicos que recogen datos de tipo bélico y militar mencionan que la duración de los combates estaría entre dos y tres horas, un periodo de tiempo bastante amplio debido a que el combate en este época no era un enfrentamiento rápido cuerpo a cuerpo que se remata en una sola carga, como parecen mostrar algunas películas o series. En realidad hay que entenderlo como un proceso bien estructurado que se compone de diferentes fases, como una coreografía de la que los practicantes conocen cada uno de sus pasos. Y es que, tal como se mencionó en el post centrado en el armamento del ejército “polibiano” (aquí) a día de hoy se considera que los combates bélicos se desarrollarían en fases alternas de lanzamiento de armas arrojadizas, y lucha cuerpo a cuerpo. A ello habría que unir el tiempo que tardarían los legionarios en salir del campamento, llegar al lugar del enfrentamiento y colocarse en la posición, lo cual contribuía a alargar la duración de los enfrentamientos.

Ilustración que representa a legionarios romanos combatiendo. Los de la primera fila se disponen a iniciar un combate cuerpo a cuerpo empleando la espada mientras que los de la segunda se encuentran  arrojando sus lanzas, aunque en la realidad ambas acciones no se realizarían de forma simultánea (fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/B-Republican_Roman_Army/Plate_C-Roman_Infantry.jpg)
Y a pesar de lo organizados que estaban los enfrentamientos, lo cierto es que existían diferentes factores que podían confundir y desconcertar a los soldados. Por un lado está la incapacidad de conocer que estaba sucediendo en el punto de encuentro de ambos ejércitos, especialmente para aquellos soldados que se encontraban más alejados. La solución a ello fue la división de la legión en grupos más pequeños, como los manípulos, que además de movilidad, garantizaba una mejor ubicación de todos los soldados del grupo, teniendo siempre como referencia el estandarte. Éste actuaría como núcleo que aglutinaba a los soldados, distribuidos de forma irregular, a modo de “nube”, pero siempre en torno a la insignia. La segunda causa de confusión era el polvo que se levantaba con el movimiento de soldados y caballos y que disminuía aún más esta visibilidad. En tercer lugar tenemos que hablar  del ruido que se producía ya sea por los gritos de dolor, voces de arenga, para intimidar o el estruendo producido por el choque de las armas y por el lanzamiento de las jabalinas y flechas. El resultado de todo ello era una reducción de la capacidad auditiva de los legionarios durante el combate que se solventó con el uso de señales de comunicación no verbal como el estandarte anteriormente mencionado o instrumentos musicales como el cornu, la tuba o la bucina.

 
Ilustración que representa a un portaestandarte de manípulo (fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/B-Republican_Roman_Army/Plate_D-Standard_Bearers.jpg)

La forma de combate:

Efectivamente, no se trataba de una lucha desordenada entre todos y cada uno de los miembros de la legión, sino que todo estaba organizado y se componía de varias fases. En primer lugar estaban las salvas de elementos arrojadizos que no se producían únicamente al principio del encuentro, sino que se iban repitiendo a intervalos a lo largo de todo el desarrollo de la lucha, de forma que permitiese a los soldados descansar del cuerpo a cuerpo, pues está demostrado que un enfrentamiento de este tipo y con el armamento de los legionarios romanos, solo podría haber sido soportado durante 15 minutos como mucho. Este momento, en el que ambos ejércitos quedaban separados por una línea de seguridad, también era empleado para retirar a los heridos y para relevar las filas.

En el caso del ejército romano este relevo de filas no se producía de forma aleatoria sino que estaba todo organizado. Ya vimos como las tropas de línea se dividían en tres grupos principales: hastati, prínceps triarii. El paso de unos a otros se realizaba de manera ordenada. Ello permitía a los soldados que se retiraban poder descansar durante algunos minutos y sobre todo posibilitaba contar siempre con tropas frescas que reavivasen el combate. Además está el hecho de que no todos tenían el mismo armamento, de forma que también entraba en juego el factor sorpresa. Solo si asimilamos y aceptamos esta propuesta de combate, cada vez más difundida y repetida en numerosos artículos especializados, podemos comprender tanto la larga duración de los conflictos como el número reducido de bajas en ambos bandos.

Ilustración que representa a los diferentes soldados de infantería que componían la legión romana de época republicana: hastatus, triatius y veles (fuente: http://www.ecusd7.org/ehs/ehsstaff/jparkin/academics/ancient_world_history/Flowering_of_Civilizations/Han-Rome_Comparison/Rome/Roman_Military/Army/B-Republican_Roman_Army/Plate_A-Legionnaires-2nd_Punic_War.jpg)

El número de bajas:

Conocemos el número de bajas de los ejércitos  antiguos gracias a las fuentes, aunque debemos tener en cuenta que se trata de números que en ocasiones varían según el autor que consultemos. A pesar del baile de cifras, la conclusión que se saca es que el número de fallecidos era muy reducido, especialmente en el bando ganador, con unas bajas que se calculan de un 5% del total como media, una idea que también choca con la imagen que nos trasmiten algunas películas de aniquilación total del bando derrotado. En este, el número de muertos era algo mayor pero sin que llegue a ser una cifra escandalosa, de media un 14% del total de los miembros, aunque otros autores lo elevan a casi un 40%. En este caso es más difícil de precisar, porque si en el caso del ejército romano se registraban concienzudamente el número de sus miembros y las bajas, en el caso de los enemigos las cifras son dadas también por las fuentes romanas, por los vencedores, de manera que estas cifras pueden haberse exagerado. Sea como sea, unas bajas que oscilen entre el 14% y el 40% del total de un ejército derrotado son muy reducidas, lo cual contribuye a confirmar esa idea de combate organizado en varias fases, no de enfrentamiento campal y desordenado entre los soldados de ambos ejércitos. De hecho, el momento donde se producían más bajas era en la huida, ya que el individuo quedaba solo, sin la protección que suponía el combatir mano a mano con otros compañeros. Es por ello que el artículo consultado para la elaboración de este post incluye la siguiente frase “la mejor manera de sobrevivir en una batalla es combatiendo dentro de un grupo”, cuando a simple vista puede parecer que el huir era la mejor forma de garantizar la supervivencia. 

Bibliografía:

  • GOLDSWORTHY, A., (2003): El ejército romano, Akal.

  • SIERRA, D., (2011): El combate en la Roma republicana: una aproximación a las características generales de la batalla antigua, El futuro del pasado 2, 131-146.

lunes, 23 de marzo de 2015

Topografía de Carthago Nova

Hace algunos post hablábamos del proyecto ARQUETOPOS (aquí) que tiene por objetivo la reconstrucción de la topografía del territorio donde se asienta la ciudad de Cartagena a lo largo del tiempo gracias a la combinación de diferentes estudios (sondeos, análisis de las fuentes, estudio de la cartografía...). Como comentamos los resultados son espectaculares y el proyecto va a continuar en una segunda fase con el objetivo de profundizar aún más en el tema, lo que nos permitirá conocer no solo cómo era este territorio sino que los datos se podrán combinar con los de tipo arqueológico haciendo posible que conozcamos mucho mejor el urbanismo de la ciudad. Pero mientras el proyecto sigue desarrollándose vamos a comentar que conocemos a día de hoy acerca de las características del terreno donde se asentó la antigua ciudad romana.


Para ello contamos principalmente con las descripciones que hicieron los autores antiguos entre los que destaca Polibio quien tuvo la posibilidad de visitar la ciudad junto a Escipión Emiliano a mediados del siglo II a.C. En Historias recoge una descripción que compuso a partir de sus observaciones personales en conjunción con todas aquellas fuentes referidas a la ciudad a las que tuvo acceso gracias a su cercanía a la familia de los Escipiones:


“Está situada hacia el punto medio del litoral español, en un golfo orientado hacia el Sudoeste. La profundidad del golfo es de unos veinte estadios y la distancia entre ambos extremos es de diez; el golfo, pues, es muy de penetración hacia dentro, por sus dos flancos. La isla actúa de rompiente del oleaje marino, de modo que dentro del golfo hay siempre una gran calma, interrumpida sólo cuando los vientos africanos se precipitan por las dos entradas y encrespan el oleaje. Los otros, en cambio, jamás remueven las aguas, debido a la tierra firme que las circundan. En el fondo del golfo hay un tómbolo, encima del cual está la ciudad, rodeada del mar por el Este y por el Sur, aislada por el lago al Oeste y en parte por el Norte, de modo que el brazo de tierra que alcanza el otro lado del mar, que es el que enlaza la ciudad con la tierra firme, no alcanza una anchura mayor que dos estadios. El casco de la ciudad es cóncavo; en su parte meridional presenta un acceso más plano desde el mar. Unas colinas ocupan el terreno restante, dos de ellas muy montañosas y escarpadas, y tres no tan elevadas, pero abruptas y difíciles de escalar. La colina más alta está al Este de la ciudad y se precipita en el mar; en su cima se levanta un templo a Asclepio. Hay otra colina frente a ésta, de disposición similar, en la cual se edificaron magníficos palacios reales, construidos, según se dice, por Asdrúbal, quien aspiraba a un poder monárquico. Las otras elevaciones del terreno, simplemente unos altozanos, rodean la parte septentrional de la ciudad. De estos tres, el orientado hacia el Este se llama el de Hefesto, el que viene a continuación, el de Aletes, personaje que, al parecer, obtuvo honores divinos por haber descubierto unas minas de plata; el tercero de los altozanos lleva el nombre de Cronos. Se ha abierto un cauce artificial entre el estanque y las aguas más próximas, para facilitar el trabajo a los que se ocupan en cosas de la mar. Por encima de este canal que corta el brazo de tierra que separa el lago y el mar se ha tendido un puente para que carros y acémilas puedan pasar por aquí, desde el interior del país, los suministros necesarios” (POLIBIO, Hist., X, 10).

La ciudad se encontraba sobre una península unida a tierra por un istmo ubicado en su zona oriental, y estaba salpicada por cinco colinas de diversa altura.  Empezando por la zona noroccidental se encuentra, en primer lugar, el hoy denominado Cerro del Molinete (debido a la presencia de molinos en su cima datados en el siglo XVI) que Polibio cita como Arx Asdrubalis ya que es aquí donde ubica los magníficos palacios reales construidos por Asdrúbal y de los cuales la arqueología todavía no ha encontrado restos. Desplazándonos hacia el sur aparece el Cerro de la Concepción, el Mons Aesculapii en la descripción polibiana, ya que estaría consagrado a esta divinidad, y el más alto de los cinco. Junto a él, en dirección este, aparecen el Cerro de Despeñaperros, que se relaciona con Hefesto o Vulcano, el de San José, que Polibio dice estaba consagrado al mítico descubridor de las minas de plata, Aletes, y por último, situado en el extremo noreste de la península, el Monte Sacro, otrora dedicado al dios Cronos o el Saturno romano. Es interesante señalar a este respecto que el autor de Megalópolis cometió un pequeño fallo en la orientación de esta descripción, consecuencia de que la salida del sol se produzca exactamente por el este solo en los equinoccios, de forma que lo que Polibio indica como el norte realmente es el noreste y el este, el sudeste (BELTRÁN, 1948: 196). La detección de este fallo ha permitido plantear la hipótesis de que la fortaleza de Asdrúbal no hubiese estado en el cerro del Molinete sino en el de la Concepción, mucho más apropiada por sus características para ello, mientras que sería el Molinete la colina dedicada a Esculapio.
Plano que representa la topografía de la antigua Carthago Nova sobre callejero actual. En él aparecen representadas las cinco colinas así como los espacios emergidos/sumergidos, junto con las principales construcciones de época romana: el anfiteatro, el teatro, el Augusteum, el foro con la curia y la Insula I del Molinete (fuente: MEROÑO inédito).

La existencia de estas elevaciones determinaba la presencia de un valle en la zona central de la península que se convertirá, debido a su menor cota y al efecto de la gravedad, en el punto donde converjan las aguas procedentes de cada una de las cinco colinas, desde donde irían a desembocar tanto al mar, en un punto cercano a donde hoy se encuentra el edificio de Capitanía General, como a la laguna interior, en este caso por la zona del Parque de Artillería (MARTÍNEZ, 2004: 15). A pesar de que las zonas elevadas también fueron ocupadas gracias a la construcción de potentes muros de aterrazamiento, lo cierto es que la mayor regularidad de este espacio central hizo que fuese aquí donde se ubicaron las arterias principales de la ciudad, siguiendo el trazado natural marcado por estas ramblas. Ello obligó a la creación desde fechas muy tempranas de un eficaz sistema para el encauzamiento y la evacuación de las aguas de la ciudad, tanto las procedentes del desecho urbano como las de lluvia, que en el caso de esta zona solían, y siguen presentando, un carácter torrencial. Son numerosos los ejemplos de cloacas y canalizaciones que se han encontrado en la ciudad, tanto de cronología púnica como romana sin los cuales la existencia de la ciudad se habría hecho inviable.

Al norte de esta península se abría una laguna o estero, creada tras la última regresión marina, y que quedó unida al mar abierto a través de un canal artificial construido después de la conquista de Escipión, sobre el que se levantó un puente, según indica Polibio, y que enlazaba con las principales vías de comunicación que se dirigían hacia el interior de la Meseta y la Bética. Si se atienden a los relatos que hablan de la conquista de la ciudad, fue este el punto por donde se produjo el asalto, gracias a un cambio en el nivel del mar, lo cual parece poco probable en una laguna sin apenas conexión con el mar abierto. Resulta complicado a día de hoy establecer unos límites para este estero debido a las continuas trasformaciones posteriores de la línea de costa, consecuencia de la acción antrópica y natural. La propuesta a día de hoy basa su delimitación a partir de toda una serie de hallazgos que indicarían la presencia de puntos de tierra emergidos. Así parece que el límite sur correspondería con las actuales calles del Parque y San Fernando las cuales, a tenor de los restos encontrados, parece que fueron ocupadas desde época cartaginesa. Desde aquí, esta línea de costa continuaría a los pies de la ladera norte del cerro del Molinete para continuar bordeando, de forma irregular, las laderas septentrionales del Monte Sacro y el de San José. El indicador de tierra emergida para la zona este lo constituye la necrópolis de Torreciega, fechada en el siglo I a.C., que se prolongaría hasta la Carretera de San Javier, situándose el límite norte en torno a los actuales barrios de San Antón y Barrio Peral. En el lado oeste destacan la necrópolis tardía de San Antón, situada en el solar número 45 de la calle Ramón y Cajal, junto con el complejo alfarero de época tardo-republicana de la Antigua Fábrica de la Luz,  las zapatas cuadrangulares halladas en la Alameda de San Antón, y una sepultura de incineración en la zona de la Plaza de España. Desde aquí volvería a enlazar con las estribaciones del cerro del Molinete, habiéndose podido identificar un claro punto de zona sumergida en las excavaciones del solar número 15 de la calle Salitre.  No se debe olvidar que estos límites no se mantendrían estables a lo largo de los siglos sino que se verían modificados a consecuencia, principalmente, de las lluvias torrenciales propias de la zona y los caudales aportados por los diferentes cursos de agua que en ella desembocaban. Aun así, estos datos apuntan que tendría unas dimensiones mayores que las de la propia península, para la que se ha fijado un tamaño de entre 40 y 43 hectáreas (RAMALLO, 2011: 34-35).
Ilustración que representa la peninsula donde se asentaba la ciudad, con la laguna salada al norte, el Mar de Mandarache al oeste y la bocana del puerto al sur (Fuente: http://www.um.es/arqueologia/carthago-nova-y-su-territorium/).
Pero sin suda la zona más interesante de la geografía de la ciudad lo constituye su imponente puerto natural. Se trata de una amplia bahía de unos 1.400 metros de anchura en su zona central, protegida de forma natural por grandes montículos, el de Galeras en el lado occidental y los de San Julián y San Pedro en el extremo opuesto, a los que se une la isla de Escombreras, situada en la entrada de la bahía. Esta contaba con un segundo espacio interior, de menores dimensiones, que fue conocido desde el siglo XVI como Mar de Mandarache. El acceso a la ensenada principal se produce a través de las puntas de Santa Ana y de la Podadera, separadas por unos escasos 900 metros aproximadamente. Respecto al puerto principal de la ciudad, son todavía muchas las dudas que existen en torno a su ubicación, debido a la escasez de restos arqueológicos que puedan relacionarse con una instalación portuaria adecuada a la categoría de la ciudad. La mayoría de los investigadores convienen en situar la ubicación de estas estructuras en las actuales calles Mayor y del Carmen, que coincidirían con la costa occidental de la ciudad romana, la que limitaba con esa segunda dársena a la que se ha hecho mención. Esta era conocida como Mar de Mandarache, un topónimo de origen árabe cuyo significado es “puerto”, lo que contribuye a corroborar esta ubicación del puerto antiguo.

Plano elaborado por Villamarzo que representa la topografia del siglo I a.C. (fuente: http://www.aforca.org/patrimonio_de_arquitectura_militar_en_cartagena.htm).
Resulta, sin embargo, muy complicado, a día de hoy, conocer con exactitud el aspecto que este territorio presentaba en los momentos de ocupación romana debido a las transformaciones que este ha experimentado como consecuencia, tanto de la acción antrópica, especialmente las obras de índole militar de época moderna, como de los cambios producidos por acción de la naturaleza (MARTÍNEZ, 2004: 13-14), aunque cada vez se están realizando más avances en este sentido, completando la información que aportan las fuentes escritas, tanto clásicas, como otras más recientes, especialmente los datos recogidos por lo ingenieros que trabajaron en la ciudad en el siglo XVIII. Además de los cambios en la situación de la línea de costa que con el tiempo fue avanzando en dirección oeste (RAMALLO Y MARTÍNEZ, 2010: 150-151) y la desecación del Almarjal, consecuencia de la acción de la propia naturaleza, ya en época romana comenzaron a llevarse a cabo modificaciones del entorno. Así por ejemplo se tiene constancia, siguiendo el texto de Polibio, de la construcción de un canal artificial que puso en comunicación el agua del Mediterráneo con las del Almarjal, evitando su estancamiento y permitiendo además la entrada de barcos de poco calado. Evidencias arqueologías de esta obra han sido halladas en los sondeos llevados a cabo en las calles Morería Baja, Cantarerías y Santa Florentina o en los solares 48-50-54 de la calle Carmen y 11 de la calle De la Palma. En todos ellos se constata la superposición de estratos arcillosos combinados con material cerámico sobre niveles claramente marinos tal como evidencia la presencia de limos, algas y malacofauna. Y es que la construcción de este canal vino acompañada de un acondicionamiento de las orillas circundantes desde el siglo II a.C., mediante la desecación de terrenos a partir del vertido de escombros y tierras lo que permitía a la ciudad expandirse más allá del espacio peninsular que ocupaba.

Pero sin duda la mayor modificación del territorio donde se asentaba la ciudad se produjo en la segunda mitad del siglo I a.C. ya que, para la construcción del teatro, se recortó buena parte de la ladera norte del cerro de la Concepción, donde se asentaría la cavea. Similar fue la actuación que tuvo que llevarse a cabo en el cerro del Molinete para la construcción del templo capitolio que presidia el foro. Fue en los momentos de bonanza económica cuando la ciudad pudo permitirse llevar a cabo estas ingentes obras por lo que, después de época augustea, la ciudad nunca volvió a experimentar cambios tan profundos (MARTÍNEZ, 2004: 22) hasta las transformaciones impulsadas por los Borbones en el siglo XVIII.

Esta complicada configuración del terreno que se ha presentado se combinaba con un clima subtropical mediterráneo árido o subárido, caracterizado por una nubosidad escasa que genera gran luminosidad y una importante cantidad de horas de sol al año, así como una presencia escasa de agua, con lluvias determinadas por una gran irregularidad y un carácter torrencial. Y, aunque estas características se hayan acentuado con el paso de los años, ya en época romana, incluso antes, se puede hablar de unas condiciones climáticas cuanto menos complicadas puesto que esta situación tendría su origen en el Holoceno Tardío, cuando se ha detectado un importante cambio climático que derivó en un aumento de las temperaturas, una reducción de la humedad y, por ende, una mayor sequedad hídrica que no ha hecho más que acentuarse con el paso del tiempo (RAMALLO Y ROS, 2012: 78-81). Estas condiciones derivan en una gran pobreza hidrográfica de superficie, aunque se debe mencionar la existencia de algunas capas acuíferas, consecuencia del proceso de sedimentación del Terciario y Cuaternario, así como algunos manantiales en los que los habitantes de la ciudad habrían obtenido agua desde los momentos más antiguos. Este es el caso de la Fuente Cubas, ubicada unos dos kilómetros al norte de la ciudad, y el de San Juan o Fuente Santa, situado al oeste, a una distancia algo mayor que el anterior.

La combinación de todos estos factores haría en un principio muy complicado el asentamiento de población en esta zona, sin embargo esta fue capaz de sobreponerse a todos estos condicionantes, aprovechando al máximo los recursos y beneficios que este complicado territorio podría ofrecerles, especialmente los yacimientos ricos en plata de las sierras cercanas.

Bibliografía:

  • BELTRÁN MARTÍNEZ, A. 1948. Topografía de Carthago Nova. En. AEspA, 21. Págs.191-224.
  • MARTÍNEZ ANDREU, M. 2004. La topografía en Carthago Nova. Estado de la cuestión. En: Mastia, 3. Cartagena. Págs.11-30.
  • MEROÑO MOLINA, R. inédito. El urbanismo romano de Carthago Nova: condicionantes, características y sistemas de ejecución. Trabajo Fin de Máster. Universidad de Granada.
  • RAMALLO ASENSIO, S.F. 2011. Carthago Nova. Puerto mediterráneo de Hispania. Murcia, Darana Editorial.
  • RAMALLO ASENSIO, S.F. – MARTÍNEZ ANDREU, M. 2010. El puerto de Carthago Nova: eje de vertebración de la actividad comercial en el sureste de la Península Ibérica. En: Bolletino di Archeologia On Line. Volumen speciale. Roma, 2008. International Congress of Classical Archaeology. Ministero per i beni e le attività culturali.
  • RAMALLO ASENSIO, S.F. – ROS SALA, M.M. 2012. La gestión del agua en una ciudad romana de la Hispania semiárida: Carthago Nova como ejemplo de adaptación al medio. En: GÓMEZ ESPIN, J.M. – HERVÁS AVILÉS, R.M. (COORD.) 2012. Patrimonio hidráulico y cultura del agua en el Mediterráneo. Fundación Séneca: AECID.
  • POLIBIO. Historias Libros V-XV. Editorial Gredos, 43. Introducción de A. Díaz Tejera. Traducción y notas de Manuel Balasch Recort. 1983.



domingo, 15 de marzo de 2015

La decoración en época romana: los pavimentos

En los últimos días no hemos parado de oír hablar del mosaico de Écija por una noticia más que desagradable. Sin duda el mosaico es uno de los elementos más característicos de la arquitectura romana pero desde luego no era la única forma de cubrir suelos que existía en la época, ya que el enorme coste que suponía una obra de estas características limitaba su presencia a las residencias y espacios más importantes.

Opus signinum

Una de las primeras técnicas empleadas para la cubrición de los pavimentos es lo que conocemos como opus signinum o el mortero de Signia, la actual Segni, como lo denomina Vitruvio. Se trata de una mezcla compuesta de mortero de cal, arena, agua y cerámica machacada usada principalmente para revestir cisternas y estancias termales ya que impedía las filtraciones de agua, pero también como decoración en el suelo de las residencias de época republicana. En este caso se adornaba con motivos geométricos y pequeñas composiciones elaboradas con teselas blancas principalmente.

En la ciudad de Carthago Nova son varias las residencias fechadas en época tardorrepublicana en las que se han encontrado suelos de estas características, de hecho en muchas de las intervenciones se ha podido interpretar los hallazgos como construcciones de carácter privado gracias a la presencia de estos pavimentos. Uno de los hallazgos más interesantes se ha producido en la denominada como Domus de los Delfines, nombre que viene dado por la composición realizada con teselas blancas, y también bajo los restos de la Iglesia de Santa María la Vieja, perteneciente a una residencia de época protoaugustea que fue amortizada para erigir el edificio de espectáculos. 

Pavimento del tablinum de la Domus de los Delfines. El centro de la composición lo forma una tesela de mayores dimensiones que el resto del que parte un entramado de rombos que conforman una estrella de ocho picos enmarcada por un círculo. Este motivo central está enmarcado por un meandro continuo de esvásticas y cuadrados decorados con una tesela en el centro. Entre ambos elementos parecen cuatro delfines, colocados en los ángulos que quedan entre el motivo central y la cenefa. Están realizados también con teselas blancas, salvo en la zona del ojo, indicado por una tesela negra (Imagen: Madrid, 2004).







Pavimento de la vivienda protoaugustea conservada dentro del recorrido del Museo del Teatro Romano de Cartagena. La composición es idéntica a la de la imagen anterior a excepción de los cuatro delfines (Imagen: Google Images).
En muchas ocasiones estos motivos eran sustituidos o se completaban con inscripciones como la que decoraba el pavimento del sacellum de Atargatis, donde se mencionaba el nombre de la diosa, o la de la Domus de la Fortuna.

Pavimento de signinum con inscripción de teselas blancas del sacellum de Atargatis (Imagen: Meroño, 2014).

Inscripción de la Domus de la Fortuna donde se puede leer Fortuna propitia "que la suerte te sea propicia" (Imagen: Google Images).

Opus sectile


Este tipo de pavimento era similar al mosaico pero los fragmentos empleados en la creación de las composiciones, mármoles de diferentes colores pero también nácar o vidrio, eran de mayores dimensiones que las teselas y de formas variadas. 
Pavimento de sectile conservado en el Museo Arqueológico Municipal de Cartagena (Imagen: http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,373,m,2916&r=ReP-21644-DETALLE_REPORTAJESPADRE)
El Augusteum o la curia de Carthago Nova contaban con pavimentos de estas características. En el segundo edificio el opus sectile estaba dispuesto en dos tapices: el primero de ellos es un damero bícromo formado por placas cuadradas de mármol blanco y caliza gris, y flanqueado por dos bandas laterales; el segundo, situado en el centro de la sala se compone de un doble motivo listeleado de losas cuadradas separadas por listones cuadrangulares que enmarcan un motivo central más cuidado, todo ello elaborado con ricos mármoles de importación y rodeado de losas de las canteras locales del Cabezo Gordo.

Pavimento en damero blanco y negro procedente del pórtico del Augustem de Carthago Nova (Imagen: Google Images).

  
Pavimento procedente de la curia de Carthago Nova (Imagen: http://www.regmurcia.com/servlet/s.Sl?sit=c,371,m,165&r=ReP-13044-DETALLE_REPORTAJESPADRE)

Opus tessellatum y opus vermiculatum

Es el mosaico propiamente dicho, compuesto por pequeñas teselas o fragmentos de mármoles y piedras de diferentes colores, con las que se elaboran motivos decorativos geométricos y figurativos. En el caso del vermiculatum las teselas son todavía más pequeñas por lo que se reducen los espacios vacíos entre ellas permitiendo alcanzar una mayor perfección técnica, por lo que solo se realizaba en tapices de pequeñas dimensiones.


Emblema central de mosaico (vermiculatum) fechado en el siglo I a.C. y conservado en el Museo Nacional Romano (Imagen: Wikipedia)
El origen del mosaico se encuentra en Oriente, desde donde fueron copiados por los griegos. En un primer momento las composiciones estaban realizadas con pequeños guijarros o cantos cuyo tamaño poco a poco fue reduciéndose a partir del siglo IV a.C. Desde Sicilia y la Magna Grecia, esta técnica llegó hasta los romanos quienes, desde el siglo II a.C. se convirtieron en los grandes maestros del arte del mosaico.
 Batalla de Issos. Alejandro - Pulsa para comprar lámina en ALLPOSTERS
Mosaico de Issos o de Alejandro Magno, procedente de la Casa del Fauno de Pompeya y conservado en el Museo Arqueológico de Nápoles (Imagen: http://www.artehistoria.com/v2/obras/7979.htm)


 Mosaico bícromo que decoraba una de las estancias de la denominada Domus de Salvius de Carhago Nova cuyo nombre procede de la inscripción que en él se puede leer (Imagen: Fernández y Quevedo, 2007-08)
Motivo central que decoraba el mosaico de la Domus de la Gorgona, el único polícromo hallado hasta el momento en Cartagena (Imagen: Google Images)
El tristemente famoso motivo que decoraba el mosaico de Écija antes de ser destruido (Imagen: Google Images)

En muchas ocasiones los suelos simplemente se recubrían con losas o ladrillos, aunque ello no quiere indicar que se tratase de pavimentos de pero calidad ya que era frecuente el empleo de ricos mármoles para enlosar los espaicos. Una de las composiciones más originales realizadas con ladrillo es el denominado opus spicatum, aparejo en el que los ladrillos se disponían de canto.
Pavimento de opus spicatum de la palestra de las termas del Barrio del Foro Romano de Cartagena (Imagen: Google Images).

Para su colocación era necesario, en primer lugar, nivelar y preparar el terreno. En primer lugar se colocaba el statumen, un firme de cascajos unidos a hueso dispuestos generalmente en vertical, sobre el que apoya una segunda capa de cal, arena y gravilla denominada rudus. Finalmente se colocaba el nucleus, la última capa de mortero que, en muchas ocasiones, actuaba como el propio pavimento en aquellos espacios que no precisasen decoración alguna. Incluso eran muchas las estancias más pobres pavimentadas únicamente a base de tierra apisonada.

Bibliografía:

  • ADAM, J.P. (1989): La construcción romana. Materiales y técnicas. Editorial de los Oficios.
  • FERNÁNDEZ, A. - QUEVEDO, A., (2007-08): La configuración de la arquitectura doméstica en Carthago Nova desde época tardorepublicana hasta los inicios del bajo imperio, AnMurcia 23-24, Murcia, 273-309.
  • MADRID, M.J., (2004): Primeros avances sobre la evolución urbana del sector oriental de Carthago Nova. PERI CA 4/Barrio Universitario, Mastia 3, Cartagena, 31-70.
  • MEROÑO, R., (2014): El urbanismo romano de Carthago Nova. Condicionantes, características y sistemas de ejecución, @rqueología y Territorio 11, 97-112.
  • VITRUVIO, Los Diez Libros de Arquitectura.


domingo, 8 de marzo de 2015

El armamento del "ejército polibiano"

Hace algunos post (aquí) vimos la organización y formas de combate del denominado "ejército polibiano" que se enfrentó a los cartagineses durante la Segunda Guerra Púnica. Ahora pasaremos a analizar qué tipo de armamento portaban estos hombres.

Las armas ofensivas:

Entre las armas ofensivas destacan el pilum y la espada, conocida como gladium hispaniensis. Respecto al primero se trataba de un arma arrojadiza compuesta por un asta de madera con una longitud aproximada de unos 120 centímetros, unida a una rígida vara de hierro de menores dimensiones, y finalizada en punta. Se trataba, por lo tanto, de un arma bastante pesada que, cuando era arrojada, podía atravesar el escudo permitiendo herir al enemigo. Numerosos autores han indicado la posibilidad de que una vez que impactasen con las defensas enemigas estas quedasen inutilizadas. Sin embargo se trata de una circunstancia que las fuentes solo mencionan de forma puntual, al hacer referencia al enfrentamiento de Mario contra los teutones. Lo más lógico es pensar que si este tipo de arma se doblaba al impactar y era difícil su extracción era debido al material con el que estaban fabricadas y la forma de la punta, no a que intencionadamente se buscase este resultado.
Parte metálica del pilum, materiales fechados en el siglo I d.C. (Fuente: http://www.britishmuseum.org/explore/highlights/highlight_objects/pe_prb/t/two_iron_pilum_heads.aspx)
Polibio indica que cada hastatus y princeps portaría dos ejemplares de diferentes dimensiones y peso, lo cual parece muy improbable por la dificultad de lanzar ambos artefactos y desenvainar la espada antes de que se produzca el encuentro con el enemigo. Ello ha permitido plantear la posibilidad de que el combate estuviese compuesto de tandas alternas, unas en las que se produciría el arrojo de armas, y otras de lucha cuerpo a cuerpo con espada, a pesar de que las fuentes solo hablen de una primera carga inicial en la que se lanzasen elementos arrojadizos. Este modelo también explicaría lo prolongado de la mayoría de las batallas, algo de lo que si dan cuenta las fuentes, una larga duración complicada de aceptar en caso de que el combate estuviese compuesto por una única carga inicial seguida del combate cuerpo a cuerpo.
pilum.pieces.jpg (113271 octets)
Punta, zona de unión entre ambas partes y regatón inferior de pilum, cuya función era la de permitir que el pilum fuese clavado en el suelo en los momento de espera y la de actuar como nueva arma en caso de que se rompiese el astil (Fuente: http://hadrianwall.voila.net/text/text.militaire/231.viemilitaire.armeoff.pilum.htm)
La tercera línea de combate, formada por los triari, no llevaban pilum sino que seguían portando la lanza hoplítica que, a diferencia de la anterior, no estaba pensada para ser arrojada sino para cargar directamente contra el enemigo. 
La espada o gladium recibía el nombre de hispaniensis ya que se trató de una adaptación del modelo hispano que habría tenido lugar a lo largo del siglo III a.C. o a comienzos de la segunda centuria antes de nuestra Era., cuando los romanos la conocieron tras combatir con guerreros íberos, bien mercenarios de los cartagineses durante la Primera Guerra Púnica, bien tras su llegada a suelo hispano durante la Segunda Guerra Púnica. La gladius era más larga que las armas punzantes que hasta entonces habían llevado los soldados romanos y servía tanto para punzar como para cortar, lo cual suponía una ventaja con respecto a la griega, solo útil para pinchar al enemigo. Por sus dimensiones, implica necesariamente la existencia de un cierto espacio para poder ser usada, lo cual contribuye a plantear una nueva teoría con respecto a la organización de los ejércitos, y es que siempre se había hablado de los manípulos como organizaciones dispuestas en damero y estructuradas de forma muy regular en filas. Pero esta hipótesis presentaba problemas, sobre todo por la dificultad que entrañaba a la hora de producirse el relevo de tropas, algo que está perfectamente atestiguado por las fuentes, de hecho se destaca como la cualidad más importante de este tipo de formación. La solución para todos los problemas planteados (refresco de las tropas, espacio para manejar la espada…) pasa por aceptar la formación del manípulo como una especie de nube  organizada en torno a los estandartes, de forma que se conseguía mayor libertad de movimientos tanto para luchar como para hacer el relevo de filas, siendo el estandarte el punto de referencia que tenía que seguir todo legionario para no perderse de la formación. Solo así es posible entender el éxito de este tipo de formación, aunque habría que añadirle un último factor y este es la adopción de armamentos de pueblos enemigos, una vez comprobada su efectividad, incluso de tácticas y modelos organizativos.
Ilustración que representa los diferentes tipos de espadas empleadas por los soldados romanos. Como se puede apreciar la hispaniensis era la mayor de todas (Fuente: http://www.museodelarmablanca.com/).

Y es que un aspecto importante a tener en cuenta fue la enorme permeabilidad del ejército romano. Fue una institución que supo aprender de las derrotas, adaptando todos aquellos elementos de la forma de combatir de sus enemigos que contribuyesen a mejorar su actuación en el campo de batalla. De hecho son numerosos los ejemplos: el escudo oval, la gladius hispaniensis, el pugio…que hemos podido conocer gracias a las fuentes pero también a los restos arqueológicos y las comparaciones tipológicas.

El pugio era una daga, más pequeña que una espada. Polibio no hace referencia a que los soldados llevasen una pero han sido numerosos los hallazgos que se han producido en Hispania, en contextos del siglo II a.C., aunque es probable que se tratase un herramienta usada a diario más que un arma propiamente dicha que se empelase en el campo de batalla. 
Reconstrucción de gladius y pugio (Fuente: google images).

Las armas defensivas:

En cuanto a las defensas, la presencia de corazas era muy limitada, quizá en continuación todavía con la norma del ejército Serviano, y también de las grebas. Dentro de las corazas existían diferentes variedades siendo uno de las más caras la cota de malla, formada por anillos de hierro imbricados entre sí. Con un posible origen céltico, era flexible y ofrecía una buena defensa al que la portaba aunque también era bastante pesada. Menos flexibles eran las corazas realizadas con placas de bronce aunque su aspecto final era más impresionante. Oficiales y caballeros eran quienes podían permitirse estas defensas mientras que el grueso de los hombres debían de conformarse con placas de bronce de formas rectangular u oval que se situaban sobre el pecho y se sujetaban mediante correas. 
Lo más común era el uso del casco y sobre todo el escudo. Entre los primeros, al igual que ocurría con las corazas, existían numerosas variedades debido al hecho de que no existía todavía una uniformidad sino que cada hombre se proveía de su propio equipamiento de acuerdo con sus posibilidades. El tipo más característico era el denominado "Montefortino" de origen galo, modelo coronado con una protuberancia y con protectores para nuca y mejillas. Igualmente frecuentes eran los cascos de origen griego como el etrusco-corintio o los de origen ático. Estaban elaborados en bronce aunque también hay evidencias de que se copiaron modelos en hierro de origen céltico, con mejores defensas que los anteriores. Los caballeros emplearon estos modelos y también el denominado como beocio, específicamente creado para soldados a caballo.
Casco del tipo Montefortino (Fuente: google images).
  Respecto a los escudos, las fuentes hablan de la existencia de un “escudo oval en forma de teja”, de dimensiones más reducidas que el escudo circular hoplita y por lo tanto más apropiado para el modo de lucha de estos soldados, basado en la combinación de tandas de lanzamiento de jabalinas con otras de lucha directa mediante la espada, pudiendo usarse también el mismo como arma, para empujar y golpear al enemigo. Estaba fabricado con varias capas de tablillas en madera, recubiertas de cuero, y reforzado con metal en los extremos y en la zona central, donde se situaba el denominado umbo de hierro. Para la infantería ligera el escudo era aún más reducido y de forma circular, facilitando los amplios movimientos que requería su posición dentro de la legión.
Ejemplar de scutum encontrado en Kasr el-Harit (El Fayum, Egipto). Se trata del único encontrado hasta el momento ya que al estar elaborados con materiales perecederos como la madera y el cuero no se nos han conservado (Fuente: https://portalhistoria.files.wordpress.com/2012/07/scutum2.jpg).


Bibliografia:

  • GOLDSWORTHY, A., (2005): El ejército romano, Editorial Akal.
  • QUESADA, F., (2003): El legionario romano en época de las Guerras Púnicas: Formas de combate individual, táctica de pequeñas unidades e influencias hispanas, Espacio, Tiempo y Forma 16, 163-196.

domingo, 1 de marzo de 2015

La vestimenta del paterfamilias

En un post anterior (aquí) vimos la vestimenta de la matrona romana. Ahora es el turno del hombre, del paterfamilias, la máxima autoridad dentro del hogar, representante legal de la familia y quien toma todas las decisiones relacionadas con la vida de sus miembros: esposa, hijos y esclavos (aquí).


El principal material empleado para la confección de la vestimenta de los romanos era la lana aunque también se usaron otros como el algodón, el lino o la seda, dependiendo de la clase social del individuo. Estos se podían quedar con su color original pero también existían numerosas tinturas entre las que destacó la púrpura, extraída del murex, y propia de la realeza por su alto coste. 

Después del aseo diario matutino que se reducía a la limpieza de cara, brazos y piernas para eliminar los malos olores, el señor de la casa, ayudado por sus esclavos, se colocaba la vestimenta. La prenda principal que debía vestir cualquier ciudadano romano era la toga, elemento que se había convertido en todo un símbolo de prestigio y poder, prohibiéndose su uso a extranjeros y esclavos. Virgilio, en su obra la Eneida, dejó plasmada esta circunstancia en esta frase:

"[...] a los romanos, señores del mundo, a su gente vestida de toga" (VIRGILIO, Eneida, I, 282).

Se trataba de una pesada túnica de lana, de forma rectangular primero y más redondeada con el paso del tiempo, que envolvía el cuerpo del individuo tomando la forma de continuos pliegues por lo que resultaba elegante a la par que enormemente incomoda para realizar cualquier tipo de movimiento. Es por ello que, a pesar de su importancia su uso era bastante limitado tal como indica Juvenal:

"Grande es la parte de Italia, si aceptamos la verdad, en la que nadie se pone una toga sino muerto" (JUVENAL, Sátiras, III, 171).
Otros autores hicieron referencia a la incomodidad de la prenda y así, por ejemplo, Cicerón indica que los jóvenes parece que "llevan velas, no togas" mientras que Plinio el Joven apunta que una de las ventajas de la uilla es que allí no es necesario llevar toga. Esto hizo que fuese una prenda empleada en actividades no relacionadas con el ejército y la guerra debido a que hubiese sido imposible combatir vistiendo una toga.

Relieves del Ara Pacis donde aparecen representados personajes con toga, tanto en su posición normal como cubriendo la cabeza (Fuente: http://www.civilization.org.uk/)
Existieron diferentes tipos de togas que, de acuerdo con su coloración o forma, permitían reconocer la clase social, cargo o consideración del que la portaba:

  • Toga virilis: de color blanco y sin ningún adorno, era usada por los hombres desde los 16 años, convirtiéndose en un símbolo de su entrada en la edad adulta y la posibilidad de ejercer cargos públicos.
  • Toga candida: era empleada por los candidatos a ejercer algún cargo público. Era de color blanco aunque más brillante que la anterior.
  • Toga praetexta: era la usada por los magistrados, senadores y dictadores, y también por los niños menores de 16 años. Era de color blanco con los bordes de color púrpura.
  • Toga picta: prenda que el estado prestaba a los generales victoriosos para los actos solemnes como los triunfos. Originaria del mundo etrusco, parece que en un primer momento fue empleada por los legendarios reyes romanos, pasando después a ser la vestimenta reservada a los emperadores. Era de color púrpura con bordados en oro. 
  • Toga pulla: era la prenda que se empleaba en los momentos de luto, de color marrón oscuro, gris o negro.
  • Toga trabea: existían tres modalidades: una púrpura propia de las personas con cierta conexión espiritual con la divinidad, una púrpura y blanca usada por los gobernadores de la República y finalmente la púrpura y carmesí, propia de los augures. Era más corta y estrecha que el resto de togas.

La colocación de la toga era enormemente complicada, por lo que debía contarse con la ayuda de algún esclavo. Primero se situaba sobre el hombro izquierdo y se doblaba por detrás de la espalda de la persona, pasando por debajo del brazo derecho hasta cubrir por completo la parte delantera. El sinus era la parte que nacía del pliegue situado bajo el brazo derecho mientras que el umbo era el nudo de pliegues que se formaba a la altura del estómago. Por encima de este se situaba el perquam brevis. No hay dato alguno que indique la presencia de zonas abrochadas o cosidas para facilitar que se mantuviese su forma, pero si el empleo de pesos en la zona inferior. Quintiliano indicó como debía ser la colocación correcta de esta prenda:
“Que las bandas caigan rectas indica poco cuidado, se observa negligencia. Los modales de los que tienen la banda ancha deben ser adecuados a la tradición. Es de mayor agrado que la toga quede con un volumen correcto y tenga una buena caída, ya que de otro modo resultará excesivamente redundante. Su parte anterior queda perfectamente si termina a media pierna, la posterior un poco más alta de la cintura. El sinus queda muy bien si está algo por encima del cinturón de la túnica, y nunca por debajo. El que va en oblicuo desde debajo del hombro derecho al izquierdo, como una banda, que no se estrangule ni cuelgue. La parte de la toga que se pone detrás, que sea más corta: así, en efecto, se sienta uno mejor y se mantiene sin desparramarse. También se debe levantar una parte de la túnica, de modo que no moleste en el brazo con el movimiento: entonces el sinus hay que ajustarlo al hombro, cuyo borde exterior se ha de mantener alejado. No conviene que se cubra el hombro y todo el cuello, pues entonces el vestido quedará ajustado y echará a perder la gracia que hay en la parte del pecho. El brazo izquierdo debe levantarse hasta donde haga un ángulo normal, sobre el que las dos aberturas de la toga afirmen con regularidad."
En ciertas ceremonias de carácter religioso la toga podía colocarse de una forma diferente, quedando la cabeza cubierta, una forma que se conoce como cinctus gabinus. 
Togado Capite Velato
Escultura procedente de Carthago Nova que representa al emperador Augusto con toga. La imagen, por paralelos con la de la Vía Labicana, presentaría la cabeza cubierta, al modo cinctus gabinus (Fuente: http://www.teatroromanocartagena.org/publicas/Home/_hZpfR1C2eRA2jkugMlo87A)
Bajo la toga, el hombre romano vestía la túnica, una camisa sencilla de manga corta y con una longitud hasta la altura de las rodillas. Se solía llevar ceñida por un cinturón y, al igual que ocurría con la toga, existían distintas modalidades:

  • Túnica angusti clavi: era usada por individuos del orden de los caballeros y jueces, y se caracterizaba por llevar una fina tira de color púrpura o angus clauus en cada hombro. 
  • Túnica laticlavia: era similar a la anterior aunque las franjas en este caso eran más anchas (latus clauus). Su uso estaba reservado a los senadores.
  • Túnica palmata: era usada por los generales victoriosos en combinación con la toga picta.
  • Túnica recta: túnica sin faja, sin ceñir en la zona de la cintura, que empleaban hombres y mujeres en el momento de casarse.
  • Caracalla: túnica larga de origen galo que llegaba hasta el tobillo. El emperador Marco Aurelio Severo Antonino ha pasado a la historiografía con este sobrenombre debido al empleo de esta prenda. 
Fotograma de la serie Roma. Ambos personajes, Julio César a la izquierda y Lucio Voreno a la derecha, visten la toga preatexta y túnica (Fuente: Google Images).
Algunos hombres, sin embargo, preferían no usarla, llevando solo la túnica, como forma de demostrar su profundo apego por las tradiciones romanas. 

Como prenda interior existía una especie de calzón corto, el subligacullum que era asimismo empleado para dormir. Otros modelos de ropa interior eran la subucula, similar a una camiseta y elaborada principalmente con lino, y la camisia. 

La vestimenta del hombre romana se completaba con algunas prendas de abrigo que permitían una mejor adaptación a los diferentes climas con los que se fue encontrando conforme se expandía a lo largo de todo el Mediterráneo. La lacerna era una capa de lana usada para protegerse del frío, la lluvia o el polvo. Empleada en un primer momento por los soldados y las clases bajas, más tarde fue adoptada por los ciudadanos más ricos. En tiempos del emperador Augusto fue prohibida aunque de nuevo legalizada posteriormente, pasando a ser una prenda muy usada para asistir al teatro. Se enganchaba con una hebilla o broche y podía llevar capucha. El palium era una capa corta mientras que el paludamentum era más larga y se sujetaba a hombro con un broche. Era empleada por los generales romanos.
Augusto de Prima Porta. El emperador aparece con vestimenta militar, sosteniendo el paludamentum con su brazo izquierdo (Fuente: Google Images).

En los pies se usaba el calceus, una zapato cerrado y atado con cordones, de origen etrusco. Existían diferentes modalidades como el senatorius, propio de los senadores, o el patricius, usado por los patricios y de color marrón oscuro. El calceus muellus, de color púrpura, era propio de del emperadores. Las sandalias o soleae estaban formadas por una suela de cuero unida al pie por lazos o cordones también de cuero y, aunque eran mucho más cómodas que los anteriores, su uso estaba limitado al ámbito privado, especialmente en los primeros momentos. En época imperial se generalizaron, apareciendo incluso algunos emperadores con ellas en público. 

Ilustración que representa diferentes tipos de calzado romano (Fuente: http://www.nationalgeographic.com.es/articulo/historia/secciones/7066/calzado_los_romanos_bota_sandalia.html)

Como ornamento, el hombre romano solo usaba un anillo en el dedo anular. En los primeros tiempos era de hierro y solía tratarse de un sello usado para imprimir sobre la cera caliente que cerraba los documentos. Más tarde empezó a decorarse con piedras, siendo Escipión el Africano uno de los primeros en apuntarse a esta moda, a la vez que aumentaba el número de anillos que llevaba cada hombre.
Anillo romano con decoración de dos bustos enfrentados, datado en el siglo III a.C. (Fuente: Google Images)

Bibliografía:

  • GUILLÉN, J., (1994): Urbs Roma. Vida y costumbres de los romanos I. La vida privada, Editorial Sígueme, Salamanca. 
  • JOHNSTON, H.W.: The private life of the romans (versión online)
  • JUVENAL, Sátiras. Introducción, traducción y notas de M. Balasch Recort. Intr. generales de M. Balasch Recort y M. Dolç. Revisada por O. Álvarez Huerta. Editorial Gredos, 156.
  • QUINTILIANO, Instituciones oratorias. 
  • VIRGILIO, Eneida. Editorial Gredos, 166.